Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100016
Legislatura: 1871
Sesión: 18 de julio de 1871
Cámara: Senado
Discurso / Réplica:
Número y páginas del Diario de Sesiones: 71, 1146 a 1148.
Tema: Sagasta habla como interino de Hacienda sobre el déficit del Tesoro.

El Sr. PRESIDENTE: Tiene la palabra el Sr. Ministro de Hacienda.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (interino de Hacienda, Sagasta): Me levanto, Sres. Senadores, más que a contestar al Sr. Marqués de Barzanallana, a desvanecer las justas dudas que le han ocurrido y que ha traducido en preguntas al Gobierno; y a corresponder a la cortesía con que S.S. se ha conducido en este punto, procurando no prolongar demasiado las molestias que ya sufren los Sres. Senadores, y disminuir la angustia en que pudiera encontrarse el Gobierno si se prolongara mucho este debate. Yo agradezco al Sr. Marqués de Barzanallana la manera cortés y patriótica con que se ha conducido en una cuestión esencialmente de gobierno. Y voy también a procurar imitar a S.S. en la brevedad con que he de contestar a las dudas que le han ocurrido.

Ha preguntado S.S. si los 225 millones de pesetas que se van a emitir según este proyecto de ley, son independientes de la última emisión. Y yo debo contestar a S.S. que no lo son, porque el Gobierno se propone tener 900 millones como Deuda flotante, con los cuales cree poder atender a todos los pagos juntamente con los 600 millones que se emiten en títulos del 3 por 100; con esos 600 millones por un lado, y con los 900 por otro, que suman 1500, pueden cubrirse el déficit, que sólo asciende a 1300 millones, quedando 200 millones sobrantes para atender a los compromisos que puedan ocurrir de aquí a la discusión de presupuestos, que podrá ser dentro de tres meses.

Por lo demás, el Gobierno agradece al Sr. Marqués de Barzanallana el buen deseo que manifestaba, haciendo observar que quizá no tuviera bastante con esta emisión. El Gobierno, sin embargo, cree tener suficiente, porque hay todavía 500 millones de la última emisión que existen en garantía; y a medida que la garantía desaparezca y ser recojan los billetes, se emitirán otros nuevos, teniendo siempre 900 millones a su disposición que cree indispensables como tercera parte del gasto total del Estado.

Ha hecho también S.S. otra pregunta importante, y es la de que si los 100 millones que se han de rebajar en el ejercicio del presupuesto del año anterior que va a regir hasta que se apruebe el presupuesto de 1871 a 72, van a afectar poco o mucho a la Deuda. Contesto a S.S. que no han de afectar en nada. Esos 100 millones de reales se han de deducir de todos los departamentos del Estado, con arreglo a las necesidades de cada uno, de manera que se quebrante lo menos posible el servicio general del Estado. Ya sé yo que eso es difícil, porque impone sacrificios al Gobierno y a cada uno de los Ministros; pero hemos llegado a la época de los sacrificios: la situación de la Hacienda no es buena, ya lo ha dicho el Sr. Marqués de Barzanallana; pues si no es buena, todos tenemos que conllevarla, lo mismo los contribuyentes que el Estado, disminuyendo los servicios o modificándolos hasta el punto de exigir a los contribuyentes el menor sacrificio posible. Ya sé yo que tenemos que pasar por grandes amarguras en estos tres meses, teniendo que rebajar esos 100 millones entre los diversos servicios del Estado; pero sea de ello lo que quiera, no ha sido el propósito de Gobierno ni de la comisión tocar hoy a la renta del Estado. Y ya que hablo de la comisión, debo decir al Sr. Marqués de Barzanallana, que se ha lamentado de que no se haya traído al Senado una cuestión tan importante como lo es siempre la discusión de presupuestos, que en efecto es una desgracia, pero que es una desgracia independiente del Gobierno contra la voluntad del Gobierno; pero la verdad es que el Gobierno no ha podido hacer más en este punto; apenas se abrieron las Cortes, llevó allí los presupuestos; pero es tal el afán del país en este punto, ha sido tal el justo deseo de los Sres. Diputados para satisfacer aquel afán, que por discutirlos demasiado, no han llegado a discutirse.

En cuanto se abrieron las Cortes, se nombró inmediatamente la comisión de Presupuestos, y allí se ha discutido como no se ha discutido jamás ningún presupuesto del Estado; no ha habido día en que los Diputados no se hayan reunido por espacio de muchas horas; y ha habido tal deseo de que los presupuestos se discutan, que casi el Congreso en masa ha asistido a la comisión de Presupuestos. Es una pieza muy vasta aquella en que se celebran las reuniones de la comisión de Presupuestos, y sin embargo no había espacio bastante para contener a los Sres. Diputados; había sesión de día; pero fuera de tiempo de la sesión oficial, estaban los Sres. Diputados ocupados en discutir los presupuestos; y era tal el afán de discutirlos, que por eso no hemos tenido el gusto de que los hayan podido discutir oficialmente el Senado y el Congreso; pero al fin, algo se ha conseguido, porque se han tocado las dificultades que hay para poder acceder a ciertas exigencias, se han visto detallado los sacrificios que al pueblo se exigen, y en una palabra, los Diputados, los Senadores, los representantes del país están mucho más enterados que antes de los sacrificios que pueden hacerse y hasta dónde puede llegarse tanto en ingresos como en gastos; pues aunque oficialmente no se hayan dado las formas del presupuesto, confidencialmente en la comisión de Presupuestos se ha hecho lo bastante para ver que no podemos seguir adelante en esta situación difícil respecto al plan general de Hacienda; y le será fácil al Ministro de Hacienda que venga después, inspirándose en el dictamen emitido por la referida comisión, formular un plan general que, satisfaciendo las necesidades más apremiantes del Tesoro, logre disminuir en lo que pueda los sacrificios que se exigen al contribuyente. De manera que esto que podría parecer un cargo, debe quedar desvanecido, puesto que no ha sido culpa del Gobierno ni tampoco del Congreso, porque a veces, por querer hacer mejor las cosas, puede decirse que no se hacen bien.

Su señoría se ocupó del empréstito de los 600 millones, y no sé si respecto a esto ha expuesto S.S. alguna duda. Sí, recuerdo una, y le doy a S.S. la razón.

Señores, es una desgracia, pero es también natural el sistema de desconfianza que se ha introducido en la administración del Estado, que obliga muchas veces a hacer las cosas mal pudiéndolas hacer bien. Pero, en fin, es un sistema de desconfianza que existe, y con el cual hay que vivir. Tiene mucha razón el Sr. Barzanallana: la operación se dificulta por los medios que propone el proyecto de ley, que son de desconfianza. Dice el proyecto de ley que la emisión se hará por suscrición o licitación pública, o por ambos medios a la vez, y yo declaro al Sr. Barzanallana que estos medios son peores que uno que no existe en el proyecto de ley, y es el de poder hacer la emisión por negociación directa del Gobierno con una casa, con un particular, con una empresa [1146] o como quiera. Pero en este sistema de desconfianza, no ha creído el Congreso sin duda que debía adoptar este medio, y yo lo siento hasta el punto de que cualquiera de los tres que se señalan en el proyecto de ley, en mi opinión, no ha de dar tan bueno, tan útil ni tan pronto resultado como lo había de dar el de negociación, porque yo declaro que esos tres medios han de costar más al Tesoro, y sobre todo, han de producir más dificultades para la emisión. Yo no creo que la emisión sea difícil; juzgo que será fácil, pero tengo la evidencia de que no se hará con tan buenas condiciones como se hubiera hecho por negociación.

Hasta el punto opino yo así, que si me hubiera encargado dos o tres días antes del Ministerio de Hacienda, hubiera propuesto ese medio a la comisión de Presupuestos y tratado de que se acordase. Pero cuando se me encargó del Ministerio de Hacienda, estaba ya el proyecto de ley muy adelantado y casi terminado; y como el tiempo se halla ya tan avanzado, como los señores Diputados y Senadores que tienen sus ocupaciones naturales de familia y de intereses se iban retirando, llegué a temer que si por un artículo adicional proponía ese medio, como había que reunir la comisión de Presupuestos, discutirlo en ella y después en el Congreso, durante algunos días, no hubiera posibilidad de que este proyecto se votase definitivamente, por lo cual renuncié a mi deseo. Porque, señores, para mí es tanto más sensible no haberlo satisfecho, cuanto que después he visto confirmada mi opinión. Si se hubiera propuesto el medio de la negociación, la emisión estaría ya hecha con mejores condiciones que se ha de hacer seguramente por cualquiera de los que se proponen. Pero la verdad es que ya no es posible hacer otra cosa. Yo lo propondría al Senado, y creo que dándole las razones que hay para sostener la negociación, este Cuerpo, que tiende siempre a procurar el bien del país y que busca ante todo el beneficio de los intereses del Estado, aceptaría dicho medio; pero como por consecuencia de esto sería necesaria una comisión mixta, y tendría después que votarse este proyecto de ley por el Congreso y por el Senado, no puede hacerse nada, porque no hay ya tiempo para tanto.

Por consiguiente, yo lamento, como lamenta el señor Barzanallana, que no se haya ocurrido adoptar el referido medio. Yo no tengo más que resignarme, y que se resigne también el Ministro de Hacienda que venga a sustituirme en propiedad, que él ha de encontrar las dificultades, así como el Estado.

El Sr. Barzanallana, ocupándose de los artículos adicionales del proyecto, se ha dolido de que la contribución de consumos se venga a restablecer así como vergonzantemente. No ha sido esta la idea del Gobierno; puedo asegurárselo a S.S., sino que ha visto a los pueblos apurados, ha observado por experiencia que el impuesto más apropiado para los pueblos, para obtener recursos y atender a sus necesidades era la contribución de consumos, y les ha dicho:?puesto que parece os inclináis más que a ninguna otra a la contribución de consumos, si queréis establecerla, no os quiero poner dificultad alguna; porque he observado (y yo he tenido ocasión de persuadirme prácticamente de esto pasando grandes amarguras) que dejando en libertad a los pueblos, como no se les autorice para cobrar la contribución de consumos, no saben por dónde salir por regla general.

Una contribución cualquiera mejor que la de consumos, más moral que ésta (y hablo de moralidad por la parte de inmoralidad a que pueda dar lugar la manera de exacción de esa contribución); una contribución que parezca a primera vista, y aun estudiada, más sencilla, más fácil y cómoda que la de consumos, sin embargo, el pueblo la resiste. La costumbre en esto, la experiencia, en fin, el poco deseo de innovación en esta materia, que es delicada, porque se trata de sacar dinero al contribuyente, y los procedimientos, cualesquiera que sean, nunca parecen buenos, todo contribuye a que los pueblos pasen, mejor que por innovaciones, por aquel sistema a que están acostumbrados.

La ley de arbitrios proponía la contribución de consumos como en último término; y los ayuntamientos de los pueblos vieron que antes que la de consumos tenían que ensayar o pasar por dos o tres sistemas; y que no bastando esto para cubrir los presupuestos, habían de apelar a la contribución de consumos, prescindía de todo ensayo, y apenas ha habido uno que no haya tendido a establecer directa o indirectamente los consumos; y visto por el Gobierno que los pueblos imponíase esa

Contribución, les ha dicho:?ahí tenéis varios sistemas; si queréis empezar por la de consumos, empezad; pero será para vosotros, no para el Estado.?

Pero dice el Sr. Marqués de Barzanallana:?es que no advertís que la contribución de consumos así da lugar a muchos abusos, porque ha habido pueblo que ha impuesto contribución a géneros extranjeros y a géneros de tránsito o de paso. En verdad que así lo han hecho faltando a la ley, porque está previsto eso en la ley de arbitrios. Ha habido pueblos que han hecho eso, pero se ha opuesto el Gobierno a que lo hagan e impuesto penas a los que así han procedido; y por un abuso no se puede condenar el uso. La contribución de consumo se ha establecido para ellos, y la tendencia del Gobierno fue esta; pero como todas las contribuciones están sujetas a reglas, lo que hay que procurar es que cumplan con esa ley y que no impongan más contribución que a los artículos afectos a la misma por la ley.

Por lo demás, señores, las cuestiones de Hacienda, como que no son cuestiones de partido, no deben resolverse con el criterio de los partidos, sino con el criterio del bien del país. A eso vamos todos encaminados; y yo espero que el plan general de Hacienda, que se propondrá en su próxima reunión al Congreso y al Senado, satisfará, en cuanto sea posible, las aspiraciones del país, que tienden a la nivelación de los presupuestos.

A eso hemos de caminar todos; todos hemos de hacer ese sacrificio y hemos de exigirlo a todos; el Gobierno está dispuesto a hacerlo por su parte; y ayudándonos así, aunque la empresa es difícil, porque la Hacienda se encuentra en circunstancias graves, sin embargo, yo creo que, procediendo de buena fe, como españoles más que como hombres de partido, salvaremos los obstáculos por que atraviesa hoy nuestra situación económica, de lo cual no culpo a nadie, pues a todos nos cabe más o menos culpa; siendo indudable que después de las luchas intestinas en que nos hemos visto envueltos, y las desgracias por que ha pasado este país, todos hemos contribuido a crear esta situación, que es difícil ciertamente; pero difícil, que no es de hoy, si no de ayer, de hace tiempo.

Por último, atravesamos una crisis que han atravesado también otras naciones, a pesar de no haber pasado por las desgracias que la nuestra. Hemos tenido un entusiasmo grande por la cuestión de obras públicas: hemos hecho mucho, en menos tiempo que otras naciones; [1147] hemos hecho una inmensa red de ferrocarriles; hemos comprometido en ella fortunas y capitales del porvenir; y como es natural, debemos sufrir las consecuencias de aquel entusiasmo, las consecuencias de ese furor tiempo cuando había trascurrido tanto sin haberse hecho nada. Por consiguiente, repito que la situación es difícil; mas a pesar de serlo, si todos contribuimos en algo, y cada cual en lo que pueda, espero que podremos salir de ella; porque hay que advertir que a nuestro país no faltan riquezas ni Hacienda; lo que le falta es administración. Y no culpo tampoco de que no haya administración a ningún Gobierno, no; culpo a las vicisitudes por que hemos pasado y en las cuales todos hemos contribuido a que la administración no acabe de consolidarse en España.

Si todos trabajamos de consumo y no vemos en la administración una mano en la esfera de los partidos que el Gobierno mueva, y sí el mecanismo indispensable para la buena marcha de la política y del bienestar del país, creo que al fin y al cabo hemos de salir del apuro en que se encuentra la Hacienda que, aunque no es pequeño, no es, sin embargo, mayor que aquel que ha experimentado en otras ocasiones. Confío, pues, en que saldremos de él; para lo cual, tanto este Gobierno como el que le suceda, como todos los Gobiernos, harán los sacrificios que merece este país y que, con el concurso y buena voluntad de todos, Diputados y Senadores, hemos de poner la Hacienda a flote, como se han puesto otras Haciendas de otras Naciones: aun hoy mismo hay otras naciones de importancia que no tienen la Hacienda mucho mejor que lo está la nuestra, y no desconfían de salir adelante. No desconfiemos nosotros tampoco, si todos y cada uno ponemos algo de nuestra parte; porque, señores, si hemos de salir adelante, es necesario que todos, sin excepción ninguna, contribuyan a esta obra común, que interesa grandemente al bienestar y a la prosperidad de la Patria.



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